Dejavú de Julio
Yo era una criatura silenciosa y transparente. Adquiri este don porque era lo que se necesitaba de mi, pero a veces era tan buena en ello que se me subía el vértigo a las pestañas y sentía que estaba a punto de desaparecer.
La transparencia es una de mis dualidades y si tuviese que explicarlá sería como que la transparencia es una de esas cosas que hace que todo pase a través de ti, desde el tiempo los sucesos y las personas. Sentía que S. Había pasado a través de mi, porque no sentía que mi cuerpo o mi tiempo o mis cosas fueran suficientemente sólidas para poner un poco de esfuerzo en ese momento. Esfuerzo es hacer que el universo se desplace, lanzar un deseo al espacio y hacer todo lo posible para que se haga realidad. En ese momento me sentí fría y transparente, gritando con voz inaudible mis deseos al universo. Y como si mi ilusión o talvez mi ingenuidad fuera un puñado de cuentas de un gran collar, ese día fue como una pequeña perla perdida, pero pude recordar que tener miedo es un sentimiento que me acompaña constantemente, como las agujetas de tus zapatos cuando de repente se desabrochan y hacen que te caigas, mi miedo a veces hace que no consiga cosas, que me paralice.
Para mi era extremadamente difícil pelear con estos dos grandes enemigos, mi miedo y mi transparencia, porque ese día entendí que si quería que mis deseos se hicieran realidad iba a tener que dejar de ser transparente, dejar de tener miedo tambien, pero como dos poderosos señores no se si sea suficiente guerrera para pelear con los dos a la vez.
No me gustaba la concepción del amor de esta ciudad tampoco, de ninguna otra de momento, pero odiaba la de esta especialmente porque en sus ojos no había chispa alguna, ningún corazón vibrando de emoción por cualquier manifestación humana que yo amara. Y lo mas indignante, lo mas doloroso es que ese tipo de indiferencia es contagiosa, no deseaba que mi ardiente corazón se apagara.
Lo conocí a él como a una estrella en llamas, un oasis con palmeras y flamingos totalmente arbitrario en la serenidad del desierto, me gustaba eso, llenaba ese pequeñísimo rincón infantil e ingenuo de amistad e hibiscos. Cada vez que tengo uno de esos malos días o conozco una de esas indiferentes personas pienso en él y como tiene el valor de mover el aire y el universo entero si hace falta, su cuerpo ocupaba espacio, su voz sonaba fuerte como nuestros tambores en días de fiesta. Y así como cerraba los ojos para sentir como las vibraciones de los tambores retumbaban a través de mi pecho, intentaba mantener su recuerdo fresco, saber que vi nacer un mago capaz de invocar deseos con tanta fuerza y esa fuerza me recordaba que talvez dentro de mi, existe ese mismo poder.
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